El idioma nos hace grandes en el mundo mundial y en España es utopía, motivo de enfrentamientos, e incluso de desorganización en los tribunales. Después de México, Estados Unidos será en 2050 el lugar donde más español se hable. Crecemos en la gran potencia; pero no solo en ella porque el idioma de Cervantes ratifica su dominio en el planeta como la segunda lengua con más hablantes nativos por detrás del chino mandarín y por delante del inglés y es la tercera más hablada y la tercera más utilizada en internet. Algo a recalcar es la predilección tan predominante para ser estudiada en Estados Unidos, y ello de forma muy destacada cada año.
En Reino Unido, con brexit o sin salida de la Unión Europea, el español está próximo a superar al francés. Con todos estos indicativos facilitados por el Instituto Cervantes entendemos que lo importante radica en la mirada a largo plazo, al futuro que asegure continuidad y en esa tesitura tenemos que hablar de que gana en expansión hasta mediados del presente siglo, algo que no le ocurre al inglés o al chino, tanto es así que el español continuará en crecimiento para en 2050 situarse en 756 millones de hablantes, – hoy somos unos 580 millones con 483 nativos-, lo que porcentualmente representará el 7,7% en todo el mundo frente al 7,6 anual y a las caídas del inglés, el francés o el chino.
Se confirma que somos lengua viva, río que navega sometiéndose a las atrocidades que el ser humano provoca e incita en el recorrido de su curso. El futuro, visto desde la piel de toro, desprende desanimados adeptos si hablamos desde una realidad de castellano ibérico, una piel extendida como definió el geógrafo griego Estrabón la forma que tiene la península ibérica plasmada en un mapa. De hecho, una de las metáforas más recurrentes de los españoles durante décadas, fue la de referirse al país como nuestra piel de toro. Pues esa cuestión de piel es hoy química de relojería en España por un argumento de demografía, de natalidad que no parece interesar demasiado. Esto es inmediato en nuestro país, una realidad palpable menos en los programas electorales y en debates planteados como de interés. Si es presente aquí, es futuro en Estados Unidos pero lo será por cuestiones sociales. Allí las terceras generaciones de hispanos se acercan al inglés más que a la lengua de sus abuelos porque consideran, en un 80%, que la lengua no es símbolo para considerarse hispano y eso es trascendental si tenemos en cuenta que en 2060 casi uno de cada tres estadounidenses lo será.
Los tiempos son lo que son pero nos llevan al mismo sitio en esta cuestión. Más tarde o más temprano no se augura fortaleza idiomática en lo que es la mejor marca España. Si llegamos a la constatación que no necesitamos el idioma para considerarnos españoles entonces seremos ciudadanos a los que se les haya concedido la nacionalidad por residencia, nacimiento, matrimonio, opción u adopción.
Pilar Falcón