Las grandes solemnidades pasan todas por la puesta en escena de la mesa y pensando en el estómago. Bautizos, cumpleaños, comuniones, divorcios y fiestas de guardar no son nada sin una performance desmedida en tiempo y proporción que refleje anormalidad. Recurrimos a la materia para apagar el espíritu y, en muchas ocasiones, las deudas de ese espíritu.
Compartir alegría, tristeza, bondad y compañía conlleva ingerir alimentos indiscriminadamente ayudados por el compás de la relajación de normas sociales donde hasta lo prohibido tiene un pase y termina siendo aceptado. Los romanos sabían todo ello, no en balde, celebraban por estas fechas los festejos de los esclavos permitiéndoles ser señores y disponer del servicio de los patronos. Se trocaban los papeles y los siervos podían desinhibirse desprendiendo opiniones sobre sus amos. Era el mundo al revés como comportamiento humilde digno del cristianismo.
La madre naturaleza en honor a Saturno, Dios de la agricultura para los romanos, protector de los sembrados y garante de cosechas, dio nombre a las famosas saturnales romanas. Eran fiestas de gula y desenfreno para encarar los invernales días que se anunciaban como meses de hambruna. Estas palpitantes y bulliciosas celebraciones tenían también la parte de renovación porque a partir del 21 de diciembre las noches se acortan y la luz aumenta sus tiempos. Hoy día podemos escuchar a las abuelas decir «ya crecen los días», sabiduría popular en extinción que permite tener conciencia de lo que de verdad nos rodea. Con el renacimiento del rey Sol festivales y conmemoraciones estaban justificados para que los señores sirvieran la mesa de los súbditos, que tenían licencia para emborracharse e injuriar a los amos, y todo ello con paga extra asegurada. La consigna ¨vivir y dejar vivir¨ se respiraba entre sometidos y hombres libres.
El descanso y ocio dado por el inicio del invierno acerca siempre un nuevo año. Este 2020 es bisiesto, llega poco invernal y revestido de estereotipos futuristas con cinematografía de coches voladores y teletransportación. Se inicia un camino en el espacio profundo que sustituirá en 2022 a la actual Estación Espacial Internacional para que sirva como campamento base a La Luna y salto a Marte. Visitable o habitable el planeta rojo será una realidad, las Olimpiadas Tokio 2020 traerán robots y drones que nos miran y en menos de 50 años estaremos en el fin del mundo según unos estudios de la Universidad de Massachusetts realizados con cálculos de supercomputadoras. Si fuese un número de la lotería el 2020 parece atractivo y seguramente dudaríamos a la hora de comprarlo.
Pilar Falcón
Feliz año a todos.