El coronavirus ha colocado como disfraz de moda la mascarilla de un virus que no atiende a antivirales. Al carnaval hay que ponerle rostro porque pierde el norte sin referencias, y es sabido que para cambiar no se debe hacer siempre lo mismo. Carnestolendas se presenta cada año con ropa nueva y personalidad mudable desafiando a aquello que es costumbre y también a lo que disgusta.
La fase uno del Coronavirus de Wuhan ha dado acceso a la de propaganda China que aplaude la eficacia del gobierno frente a los ruidos internacionales que inciden en las semanas de ocultamiento de la gravedad del Covid-19, culpable de una hemorragia económica enorme para el gigante asiático.
Las caretas tienen rostro para todos. Las hay para desbloquear el móvil sin exponerse a los virus y que protegen con filtrado de partículas y anticontaminación. Las clásicas son un inconveniente a la hora de tener que identificarse con sistemas de reconocimiento facial como medida de seguridad para acceder a los dispositivos. Face ID Masks se ha convertido en la web que personaliza estos protectores faciales con fotografía total del rostro o de la parte que queda cubierta. Hablamos de reproducción de imagen en el bozal que se prolonga a las cintas elásticas. Se anula así la necesidad de retirarse el protector y exponerse al mal ambiente y, al mismo tiempo, es posible ser reconocido. La diseñadora Daniella Baskin es creadora de esta idea que viene bien a tantos que utilizan la jeta como abre puertas y era necesaria como apuesta novedosa para taparse nariz y boca y no alterar acciones rutinarias.
La iniciativa de Daniella Baskin pone cara a una fiesta que jugaba con ocultar la identidad; pero se puede alterar lo dado por la naturaleza con reproducción de otro rostro que aunque no sirve de DNI sí es útil en esta fiesta de trasgresión que, como las fallas, hace de la actualidad ironía, de algunos acontecimientos ingenio y siempre humor con las tradiciones de ser lo que no se ve. El señor Carnal no tiene partitura para criticar porque es nota libre y como eso suele ser algo habitual hay y habrá ejemplares para poder elegir.
El folclore carnavalesco está en la fiesta con pensamientos vividos y experiencias comparables al universo individual; pero abundan las elucubraciones y fantasías para alcanzar otros cuerpos y acallar crisis económicas. En la transposición del lenguaje del carnaval tenemos a los que no saben de prejuicios. La excentricidad une disparidades y se rige por leyes antisociales arraigadas en prácticas colectivas. Las dicotomías entre los hombres tienen mucho de carnavalesco y este año suena a comparsa con corona de virus que ha escapado del control chino. El premio se la ha llevado el disfraz sin nombre, sin máscara y con capa que oculta el antídoto.
Todo dice que la atmósfera es un sistema caótico y así corre el aire que respiramos.
Pilar Falcón