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Como si fuese el desembarco de Normandía durante la segunda guerra Mundial este mes de Junio tiene protagonismo de día D. La última prórroga del estado de alarma da importancia a las comunidades autónomas en el control de la desescalada y devuelve privilegios al País Vasco y Navarra.
Mientras agarran las diferencias en España prende un fuego en Estados Unidos que nos vuelve a la lucha racial tras el homicidio imprudente -tal vez termine siendo calificado de asesinato alevoso- del ciudadano negro George Floyd por un agente blanco en Minnesota. El atributo negro y blanco azuza las llamas de violentos disturbios que se producen en al menos 50 ciudades norteamericanas y hemos visto manifestaciones televisadas desde las mismas puertas de la Casa Blanca, donde el presidente desafió el lunes a los manifestantes cruzando Lafayette Park para posar ante la icónica iglesia de St. John.
EE. UU. se polariza con este tenso ambiente o, mejor dicho, este tenso ambiente hace polarizar la república de Donald Trump. El presidente americano avista como los grupos más activos en protestas, que responden al nombre de Antifa, empañan su reelección de noviembre. Son profesionales de crear violencia callejera y ponen color en los titulares de informativos con el regreso racial y la marca simbólica de Martin Luther King, el histórico líder de los derechos de los negros asesinado en 1968. Saqueos, vandalismo y gases lacrimógenos acreditan el toque de queda en las calles americanas e inflan la tensión racial con la mirada puesta de reojo también en Europa. Ya todo es de proyección mundial desde los atentados a las Torres Gemelas y ahora con el Covid-19. La polémica no está en el interior de América, es tiempo de enfrentamiento con el poderío de China.
América con sus defectos y valores es símbolo de la Libertad y de frente tiene a un capitalismo disfrazado de noble comunismo que penaliza dependiendo de la conducta del individuo. Las apariencias son sólo eso; pero el control chino ha salido a flote en las curiosidades ciudadanas y empieza a ser visto peor que el imperialismo yanqui. Mientras el planeta se enfrenta a la importante decisión si América o China el viejo continente, conocido por Europa, prosigue mirándose al ombligo.
La Unión Europea no ha sido capaz de decidir su propio recorrido poniendo en evidencia la falta de una política de cohesión. Aparte del euro, logrado después de cuarenta años de debates y tratados, los suspensos de tal organismo están en boca de todos. Sí, es tiempo de dilucidar ¿América o China?, pero conviene no olvidar Europa.
Pilar Falcón