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Vivimos de onda en onda chapoteando el futuro. Surfeamos la segunda ola del coronavirus que golpea a España con una tabla que ilusiona al hablar de libros nuevos y niños estrenando mascarillas de aula. En el compromiso de lavarse las manos el gobierno ha tomado buena nota y delega en las autonomías para retrasar la vuelta al cole pese a la petición de criterios comunes. El presidente continúa sus vacaciones de Lanzarote y Doñana ahora en la Moncloa de Madrid. Su veraneo deja foto de hamaca con lectura bajo el calor de cifras que abren todos los informativos. No hay acuerdos para salvar el país pero la información hace frente común con gráficas repetidas, día tras día, contando el numero de infectados, de hospitalizados y recalcando las zonas de mayor riesgo. Se suceden las declaraciones de paseantes por las calles, unos más jóvenes y otros menos, declarando la importancia de la distancia de seguridad, del uso de la mascarilla y siempre hay quien reprueba actitudes que se saltan la ley con comportamientos imprudentes. Es como si existiese un parte a cubrir diariamente con datos y nombres refrescados. No cuesta ver el dedo creador, como el de Dios dando vida a Adán en los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina del Vaticano.
Escuchar o no escuchar los informativos da otro color al vivir de los días. Se echa de menos creatividad y valentía para salirse de lo establecido y hacer más llevadero el aire permanente y adusto que se repite desde hace más de medio año. Aún así media España sigue sin decir (kobíd), que es como se pronuncia Covid. Algún estudio sociológico deberá profundizar en este modelo cansino de difundir la nueva normalidad donde información y publicidad se dan mano de enamorados.
Sabido es que un imperio sin esclavos no se puede lograr y que la sumisión no quiere aire fresco, aire que pasamos a pagar con déficit porque la tierra ha agotado todos los recursos naturales que es capaz de regenerar en un año. El covid-19 ha parado la tala forestal y las emisiones de gases por combustibles fósiles; pero ni así porque nos endeudamos por encima de la capacidad natural que tiene el planeta de generar y recuperarse. Un déficit ecológico que viene a sumarse al económico.
Después de tres semanas ausentes regresan los 23 miembros del ejecutivo español, el más grande de la Unión Europea. Son caras tan desconocidas entre los ciudadanos que ni sustituyéndolas se enterarían. Muy pocos son capaces de citar más de tres. El bronceado del Consejo de Ministros no cubre que la pandemia ha arrasado con miles de empresas en cinco meses, que la cuarta parte de ellas están en situación de quiebra técnica y que el atasco de los erte se agrava y aumentan los retrasos de los cobros. España se va quedando atrás mientras la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, (OCDE), indica que el resto de países están mejor. La moción de censura que se presenta en septiembre pone en marcha la ironía suprema y apela a la Providencia poniéndola por testigo.
Pilar Falcón