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Las informaciones fraudulentas son mentiras que están ocurriendo en todo el mundo y estimulan comportamientos desestabilizadores. Mirando atrás, en la guerra entre Rusia y Ucrania, en 2014, las noticias falsas resultaron claves. Manifestaciones como la historia del niño crucificado por soldados ucranianos alimentaron la toma de armas. En la guerra de Irak la historia de una joven estimuló el voto de los senadores americanos para la intervención. El testimonio había sido preparado por una agencia de relaciones públicas en Estados Unidos, que estaba vinculada a la monarquía kuwaití. Aseguraba que los soldados sacaban bebés prematuros de las incubadoras en uno de los hospitales kuwaities. Esta y revelaciones semejantes provocaron que la balanza se inclinase para desalojar a Sadam Huseín.
Con las redes sociales la idea es que la gente comparta a más cantidad de personas sin importar si lo ven unido a mentiras. Como consecuencia de la desconfianza del público es más que evidente el desinterés generalizado por la información. Aunque puede que no sea peligroso que circule alguna historia falsa lo que está claro es que el potencial para causar daño aumenta con el tiempo. La constatación diaria nos dice que se refuerzan las creencias y se confirman con mentiras los prejuicios de la gente. Este comportamiento avala difundir hechos falsos ya que constantemente tratamos de sintonizarnos con lo que piensan los demás. Todo ello responde a la actitud de expandir más y más y chequear menos y menos.
Las políticas de verificación descansan en hamaca y autenticar la información es la revolución pendiente que debería poner ilusión al futuro y remover a los profesionales que quieren, de verdad, un mundo mejor. Ya está escrito que una mentira puede dar la vuelta al mundo antes de que la verdad tenga tiempo de ponerse las botas asi que lo mismo se ratifica con la frase de que la falsedad vuela y la verdad viene cojeando tras ella. Hoy interpretar y contar historias ha creado una masa protagonista porque es conductora a ritmo de tweets y de retweets. El público contribuye a verdades que son mentiras, a mentiras que son ficción y a ficción que refleja la realidad. Tenemos excelentes trabajos periodísticos que aconsejan que las escuelas incluyan en el plan de estudios el criterio para navegar por la red. Se debe enseñar cómo verificar las fuentes, cómo funcionan los buscadores de Internet y cómo hacer distinguir entre propaganda e información precisa. Las habilidades para enfrentarse a Internet hacen énfasis en la investigación y en la interpretación de la información para convertir este medio en un poder liberador y combativo. A principios de curso no viene mal mirar a los educadores como salvadores de un mundo lleno de mentiras que se extienden con la profesionalidad del Covid.
Inventar noticias deliberadamente no es sólo para engañar también se crean para entretener y cuando el mentidero toma cuerpo lo más peligroso no es dejar de creer sino dejar de combatir.
Pilar Falcón