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Cataluña es ahora la enfermedad profesional del Gobierno de España. Empieza una etapa negociadora en la que los catalanes se desenvuelven siempre a beneficio propio, con rigidez en sus bolsillos y fieles a la Historia que habla de activos comerciantes que lo aprovecharon para hacerse prestamistas.
Estamos en tiempo de mutaciones víricas; pero se espera mantener la tendencia a la baja de la tercera ola del coronavirus. Muta el virus, muta Cataluña, mutan las sentencias de los tribunales y no muta la gripe porque no ha habido gripe este año. Le ha pasado como a los partidos Ciudadanos, con seis diputados, y PP, con tres, que se los tragó Vox en sus 11 diputados para hacerse cuarta fuerza. Viene a decir que el centro derecha es más derecha que centro y que esa derecha va buscando en el color verde la renovación, la esperanza y la tranquilidad.
La ley del más fuerte campa con fuerza y los datos dicen que Cataluña es la comunidad autónoma en la que aumenta más el paro español seguida de Castilla y León y la Comunidad Valenciana. Está en la lista de las más endeudadas con el Estado y con los bancos y a esa realidad tendrán que hacer frente los futuros gobernante; aunque todo dice que seguiremos con abstractos galimatías y sin mirar a la realidad, tan necesitada de transformaciones económicas, sociales y culturales.
El cordón sanitario que se prepara contra Salvador Illa viene acompañado del antídoto para los que creen que ganar es ganar. Hoy ganar es perder y cada vez ganar es menos ganar mientras haya enfrente variadas fuerzas con intereses mutuos para derrocar por derrocar. Ganar se hace cada vez más perder mientras la Historia sirva para mantener vivos los fantasmas.
Las elecciones catalanas gritan la necesidad del mentidero, ese lugar para reunirse y hablar. Hay monóculos para todos los gustos y un nuevo Montilla, de ministro a presidente de la comunidad daría gloria y esplendor a la general inflamación en que se ha convertido el colorido parlamento catalán. José Montilla, ex presidente socialista en la Generalitat, el 14F había sido elegido suplente en una mesa electoral de Sant Just Desvern, Barcelona; pero terminó de presidente de mesa. Un ascenso para el político jubilado que vio como el compañero Illa entraba en escena. Sus esperadas inquietudes se confirmaron con record histórico de abstención y un número de votos nulos crecido exponencialmente: Salvador Illa del PSC el más votado, seguido por el vicepresidente en funciones de la Generalitat de ERC igualándole en 33 escaños; seguido del partido fundado por Puigdemont con 32 y después Vox con 11 diputados proclamando que es la primera fuerza nacional en Cataluña y la primera sigla en el Parlament que tiene un proyecto para todo el país.
El Partido de Pablo Iglesias mantiene los 8 diputados, y va a estar en el nuevo gobierno casi seguro. Ser vicepresidente del gobierno de España pesa para futuras negociaciones y más cuando la Fiscalía pide que los presos del process regresen a prisión tras el 14F habiendo acampado a sus anchas y con nulo arrepentimiento.
Pilar Falcón