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La pandemia ha traído, para quedarse, terrazas que ocupan la mitad de las aceras, constante higiene de manos y menos nacimientos. Se demuestra que macho y hembra juntos entre cuatro paredes no sólo no procrean sino que se divorcian. Los tiempos ya no son lo que fueron con una sola televisión y sin móviles. En aquellos sesenta la siesta era chispazo humano y ahora el sentido táctil se desliza y toquetea pantalla de cristal líquido. El confinamiento ha creado la categoría de madres coraje con coronaboomers que dan nombre a los retoños traídos al espacio contaminado. A ellas habría que hacerles la ola.
Uno de cada cuatro gallegos pasan de los 65 años. El registro de natalidad a la baja es tendencia en todo el mundo y se incrementa en momentos de crisis. El envejecimiento masivo no es malo en sí mismo pero sí lo es que en 10 años el 40% de la población será inactiva. Las políticas urgentes para incentivar los nacimientos vienen de atrás.
Del baby boom hemos pasado al baby bust, el declive de la fecundidad. Las estimaciones hablan del Covid19 dentro de una caída de fecundidad entre el ocho y el nueve por ciento. Podríamos alcanzar por primera vez en la Historia una tasa por debajo del uno. No hay más que mirar a China, que también envejece en los registros de nacimientos de los últimos 4 años consecutivos y es especialmente grave al tratarse de la segunda economía más grande del mundo. Las cifras dicen que se espera que las mujeres chinas sólo tengan 1,3 hijos en toda su vida, la tasa de fertilidad más baja del mundo según datos del Banco Mundial. Según el BM sólo cinco países registraron índices más bajos, entre ellos España al lado de Corea del Sur, Singapur, Malta y Ucrania.
Hace 5 años el gobierno chino eliminó la política del hijo único y permitió tener dos. Los que tuvieron más han sido sancionados o perdieron prestaciones y ahora se promete una política inclusiva para la natalidad; pero en algunas regiones las mujeres son obligadas a no tener hijos apoyándose en un plan para controlar zonas de minorías étnicas musulmanas. En Wuhan, ciudad traída a la opinión pública por el Covid-19 más de lo mismo. Reciben con apatía la nueva decisión del Partido Comunista Chino anunciando que las parejas podrán tener tres hijos poniendo así fin a una política de dos retoños que no consiguió aumentar la tasa de natalidad del país ni evitar una crisis demográfica. La cabeza ha venido a decir que en cuestiones de piel manda más que el mismo Xi Jinping.
Hijo único, parejita y tres son tres. Los controles introducidos hace más de 40 años se han vuelto en contra y el contexto socio económico de China refleja que decrece y que puede haber dos sin tres. Si el país más poblado del mundo se plantea como objetivo fomentar la natalidad conviene tomar nota. La teoría que dice que todo lo que se gana en extensión se pierde en intensidad va a ser verdad y ni el mismo Apóstol Santiago podrá dejar marca en el camino.
Pilar Falcón
Yo no puedo ayudar. Lo siento.