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El debate entre el invierno y el verano alcanza su cota más alta el último día de octubre con el cambio de horario. El otoño nos mete en debates y en cumbres internacionales que arrastran promesas sin realidades, sin liderazgo y con concienciación política que se resume en más ayudas económicas.
Galicia no está en Roma, ni en Glasgow, ni estuvo en París pero tiene su conferencia propia, que la lleva a aquella Conferencia Internacional del Meridiano celebrada en Washington en 1884 donde el mundo quedó dividido en 24 husos horarios. Desde 1901 tenemos uno oficial y España tiene el mismo de Alemania, Francia o Italia, el del centro de Europa; pero existen hasta 40 horarios oficiales.
El sol ha dejado de mandar desde mediados del siglo XIX y hay libertad para mover las agujas del reloj; pero los gobiernos europeos están obligados a adelantarlas el último domingo de marzo y a retrasarlas el último de octubre para acompañarse con el resto. Surgen entonces las señales lumínicas de cada zona y Galicia está en un horario diferente al que le corresponde por sus coordenadas. La situación geográfica no tiene cumbres y la Unión Europea ha propuesto mantener el horario de verano todo el año. Con ello Galicia presenta verano con atardeceres de junio que llegan hasta las 11 de la noche y amaneceres tardíos en diciembre de hasta las 10 de la mañana.
En las Islas Baleares el sol sale antes y también oscurece una hora más tarde en Galicia. Las coordenadas gallegas piden una hora oficial paralela a la de Canarias, Portugal, Irlanda o el Reino Unido, que den un invierno con ocasos después de las 8 de la tarde y amaneceres sobre las 7.
Los acuerdos del G20 de Roma y las presencias en Glasgow COP26 tienen luz de aumentar la financiación y garantizar la justicia climática. Nos dejan la realidad de que los países destinan cuatro veces más a subvencionar las energías que provocan el cambio climático que a facilitar la acción climática en los países que mayores dificultades presentan y que sin ser los principales contribuidores son los que más sufrirán las consecuencias del calentamiento global. Muchos países proponen su acción a 2030, lo que lleva a un punto de no retorno para alcanzar los objetivos. Hasta el 12 de noviembre los países contrastarán las promesas con las acciones reales, allí en Escocia, Glasgow, Reino Unido se miran al espejo sin tener mucho que decirse porque este 2020 estaba prevista la entrada en vigor del Acuerdo del clima de París de 2015. La Covid-19 hace de abogado defensor en estas negociaciones a alto nivel con jefes de Gobierno y de Estado.
Confesarse como San Agustín confesó su juventud pecadora le llevó a trece libros, dosificaciones que hoy tienen agenda ecológica para reducir emisiones, que hablan de apocalipsis planetario y de lograr neutralidad climática. Culparse se mueve a ritmo de segundo.
Pilar Falcón
Como nos tienes acostumbrados, muy buen repaso a la situación nacional, internacional y de lo imprescindible y necesario de la aportación de la mujer en todos los estamentos. Enhorabuena.