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Las elecciones en Castilla-León han venido a ratificar que no se trataba de unas elecciones normales. Se han convertido en resaca nacional con peligro de muerte para algunos de los que pasearon por esa comunidad pidiendo el voto. La tormenta marca una colisión de ambiciones que recorre la Comunidad de Madrid y apaga que el PSOE pierde unas nuevas elecciones desde que Pedro Sánchez es presidente del Consejo de Ministros. A Cataluña ha seguido Galicia y ahora Castilla y León con el preludio de lo que pueda pasar en Andalucía y en unas futuras generales.
A la orilla del río de los sucesos, que diría Salvador Madariaga, se siente pensar a los ciudadanos madrileños. Una Comunidad como esta, con una mayoría absoluta PP que supone más escaños que sumando los tres partidos de la izquierda, se ha decantado por la manifestación ante la sede de los populares pidiendo dimisiones. Casado pierde adeptos en el sentir de la ciudadanía y también de la cúpula de su directiva y parece ganarlos a ojos del PSOE que insiste en pregonar que hay que dar estabilidad sin extremismos de derechas y sin olvidar el fantasma de la corrupción para intentar ganar terreno. Tomar hoy el pulso político de España describe la necesidad de latidos a toda velocidad. A los Ayusistas les ha salido bien el efecto invernadero. Perforada la capa atmosférica la fe mueve montañas unida al sentir popular; pero la fe sin obras no basta, está muerta y ociosa. Desde las barricadas se festeja la caída del Secretario General, Teodoro García Egea, y se espera que venga a dejar pasar nuevos aires. Casado quiere tiempo y más tiempo para tener su ocasión y convoca al martes 1 de marzo para la celebración del XX Congreso Nacional, que tendrá carácter extraordinario.
Se trabaja en la candidatura de unidad con el presidente Feijóo; pero emocionalmente Casado quiere resistir y ofrece en sacrificio a su número dos. Entre paredes queda lo importante de los encuentros de este martes. La capacidad para negociar como marcharse es personal e intransferible y el orgullo no es buen consejero, y menos para un hombre religioso como él.
A cara descubierta se siguen intercambiando apariencias y ruedas de prensa que son delicatesen para los partidos que gobiernan España. Se nota que ya estamos en carnaval y se anuncia que la máscara es una buena forma de mostrarnos. Lo que se intuye es, a menudo, engaño y en la comunidad castellanoleonesa empiezan a desprenderse de ideas preconcebidas como que VOX, calificado por la población de extrema derecha, no es visto así para sus votantes. No decepcionarnos con lo que nos aguarden las próximas semanas va a tener mucho mérito porque en política hoy es negro lo que ayer era blanco, incluso aparecen colores.
Pilar Falcón