El protocolo desmaya – 23/09/22

Escuchar el artículo – En versión móvil hacer click sobre: Escuchar en el navegador

A la reina Isabel II el protocolo le acompañó durante toda su vida, de hecho se movía ceremonialmente y el mismo médico le aconsejó dejar la pesada corona para dar salud a sus cervicales, y a nuestro Rey Juan Carlos I le insistieron en no estar tanto tiempo de pie. Sí, el protocolo tiene sus inconvenientes; pero facilita la vida. Saber qué aplicar en cada momento es arte de magia, como sacar un conejo de la chistera dando brillo y esplendor para reconocimiento del observador. Debería de incluirse dentro de las Bellas Artes al lado de la pintura, la escultura, la literatura, la danza, la música, la arquitectura y el cine. Aparte de la belleza, la emotividad y el placer de observar el ceremonial de un entierro o una coronación real suma en el universo de las otras artes, las llamadas artes aplicadas o artes utilitarias. Éstas incorporan los ideales de la composición y la creatividad a objetos de uso diario. Sensibilidad y utilidad van de la mano a la hora de aplicar el protocolo en estos días de culto a Isabel II. Ella misma se encargó de revisar todos los detalles, y se tomó su tiempo a lo largo de los 70 años de reinado. La puesta en escena ha sido faraónica con la ayuda de la Corporación Británica de Radiodifusión, conocida como la BBC, que sabe muy bien que está constituida por Carta Real que tiene vigencia por un período limitado de diez años, tras el cual se renueva. Esa retransmisión ha permitido ver por unos minutos el desmayo de un soldado haciendo guardia al féretro de Isabel II. Bendito desmayo que hace desplomar al impertérrito peón para poner en evidencia que no eran columnas, ni otros elementos arquitectónicos decorativos. Bajo ese sombrero de 45 cm, con actitud sumisa y adormilada hay respiración con forma y materia y un mensaje que ha reiterado estilo durante todo el ceremonial.

Acompañando a los momentos estáticos ha habido muchos más de esfuerzo mental para resistir tres horas de pie frente al ataúd de la reina. Ese centinela de media estatura, pero alto por los efectos del busby o bearskins, no tiene ni tendrá nombre público. La transmisión se cortó los dos minutos necesarios para trasladarle porque el  imprevisto estaba fuera de protocolo y manchaba el recuerdo planificado para la ocasión. 

Los contingentes de soldados de infantería y caballería de la Guardia Real Británica han dado un ejemplo al mundo, fuera de la naturaleza puramente ceremonial. Estos centinelas de día y de noche, patrulladores del terreno e insignes representantes del protocolo británico nos han ofrecido la película que complementa docuseries de éxito sobre la Casa Real del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. La Casa de Windsor no hubiese lucido mejor bajo la dirección de los directores de cine Ingmar Bergman o Federico Fellini. Por mucho que hubiesen elegido a los mejores de Hollywood.

Pilar Falcón

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.