Villanos y villanas – 13/01/23

Escuchar el artículo – En versión móvil hacer click sobre: Escuchar en el navegador

El rey de España Juan Carlos I dijo en 2016 en la presentación del libro de memorias de Simeón II de Bulgaria en Madrid: «Nunca escribiría mis memorias ¿para qué? ¿para decir mentiras? La verdad no se puede contar, así que me lo guardaré (hizo un gesto como de tragarse sus secretos) y me lo llevaré allá arriba». La campechanía que caracterizaba al soberano mostró ese día su mejor gala pública y con el tiempo su compromiso. Otra verdad será la de sus descendientes y dentro de ese apartado queda todo por saber ante una tentación millonaria. 

En el Reino Unido el príncipe Enrique, duque de Sussex ha comenzado el año promocionando su autobiografía “Spare” traducida como “En la Sombra”. Por mucho que trate de difuminar su relato, el pelirrojo rebelde multiplica las afrentas contra su padre al tiempo que se declara propietario de los adjetivos villana y peligrosa para definir la peculiaridad de la futura reina consorte de Inglaterra. Son referencias del desmandado hijo que apuntan con dedo acusador a quien ocupa el lugar de su madre. Laten las confesiones y vienen a dar a la mujer señalada la categoría de muñeco diabólico, al estilo de Freddy Krueger; de personaje Gollum de El Señor de los Anillos; de Catwoman; de La Malvada Bruja del Oeste en el Mago de Oz o de la mismísima Cruella de Vil, que quiere acabar con los cachorros dálmatas para hacerse un abrigo de piel. Y como villana, o la odias o la amas porque siempre está por medio que realiza todo lo que la mayoría no se atreve o puede llevar a cabo; pero Harry viene a decirnos que aunque piensas que tal vez no sea tan mala, luego resulta que es peor. 

A sus treinta y ocho años el hijo menor de los dos del rey Carlos III del Reino Unido y de su primera esposa, la princesa Diana de Gales, ya tiene su autobiografía. La reina Isabel II, su abuela, escribió sus memorias, pensamientos y anécdotas desde los quince años y murió a los noventa y seis. Son cuadernos custodiados a los que sólo tenía acceso su marido, Felipe de Edimburgo. Ahí han quedado sus opiniones sobre nietos, esposas de nietos, escándalos de sus hijos y nueras. Que vean la luz dependerá de que Carlos III respete la decisión de su progenitora de mantenerlos en el ocultismo. Ella se lo llevó allá arriba y posiblemente también hizo un gesto de tragarse sus secretos. 

Pilar Falcón

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.