Olimpiadas con anillos – 09/08/24

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Los Juegos Olímpicos hacen llorar y también vienen a alegrar los corazones veraniegos. Los triunfos y las derrotas nos entretienen con la sede olímpica de París, el revuelo en Venezuela y la guerra de Gaza pasando por la Ciudad Condal que barcelonea como si de un circo se tratase. El número de Puigdemont se presenta escapista, acróbata, trapecista y equilibrista para tapar el protagonismo que luce en pista de Salvador Illa, la Roca del Vallés, el ministro Covid-19,  contorsionista y modelo de gafas de tendencia. El Salvador convertido en hombre que luchó para alcanzar su medalla y subirse al podium como si de París se tratase para pasar a la historia del esfuerzo y el compromiso. Las artes del circo presentan pautas estéticas interesantes. PSC y ERC hacen posible que Salvador Illa sea encumbrado presidente a cambio de consagrar la desigualdad entre comunidades autonómas. Se recupera un estatuto que fue declarado inconstitucional y que ahora recibe atribución y reconocimiento por parte del Estado. Nos lleva a recapitular que los partidos políticos claramente han venido a perjudicar a los ciudadanos. Con sus haceres impiden las necesidades y, muchas veces más, son injustos con lo que les prometieron a los votantes. 
En la alta política la ejemplaridad es teoría, abstracción, ideario y programas biensonantes con corrientes internas que se incluyen en lo que se propaga como libertad de partido. Mercadear con las necesidades y el bienestar de la ciudadanía es carga que abunda en estos tiempos. En los partidos los afiliados ejercen, cada vez más, como justicieros, mandados y recaderos. 

La demostración de valor y virtud que se pedía en la antigüedad de los Juegos Olímpicos tiene hoy más de un elemento de discriminación en las competiciones permitidas a hombres que se declaran mujeres con el empoderamiento de los partidos políticos, y así hemos visto pasar la violencia de género entre cuatro paredes a ser Juego Olímpico y retransmitido mundialmente. 

Si bien este París 2024 no cuenta con la participación de mujeres trans, es cierto que los medios de comunicación, las redes sociales e incluso la Ministra de Familia, Natalidad e Igualdad de Oportunidades en Italia, Eugenia Roccella, han declarado informaciones sobre la identidad de género de los boxeadores Imane Khelif de Argelia y la taiwanesa Lin Yu-Ting. La información facilitada ha disparado narrativas de todo tipo incluidas las de odio trans por medio de las redes sociales. A ambas boxeadoras se les ha aplicado las regulaciones de elegibilidad y en 2023 resultaron descalificadas del campeonato mundial femenino por no pasar las normativas aplicadas por la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) en relación a sus niveles de testosterona. Unos niveles que algunos argumentan como algo natural que desarrollan sus cuerpos y otros como invasión inyectada. 

En la procura que nos habita de no decir cosas muy negativas de nadie, algo extraño ocurre, a su vez cuando desde el anonimato de las redes se pone verde a cualquiera, por lo general, sin más base que la irascibilidad, la fobia o motivos espurios de índole política (sufrimos partidos que no superan las críticas y castigan organizadamente a quienes se las hacen), o los represalian económicamente cambiando o saltándose sus leyes a conveniencia, algo de lo que apenas se habla. Lo cierto es que la creciente falta de libertad ha conseguido que no sepamos que se opina de verdad. ¿Miedo o desidia? 
 
Pilar Falcón

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