El adiós ríos, adiós fontes de Rosalía de Castro es tan real en Galicia que duele el alma con razones que la cabeza no entiende. Verdadero ahínco se viene aplicando a tapar fuentes, destruir lavaderos, dejar salvajes los ríos, arrojarles la basura o, sencillamente, cubrirlos con tierra para prolongar anchos de caminos. Galicia tiene diez mil ríos pero vivimos de espaldas a ellos ignorando que son escasísimos en nuestro planeta. Si los ríos son importantes y presenciales en Galicia no menos son los riachuelos, esos regatos sonoros tintineando en las piedras como coordinados xilófonos. Esos arroyos ya no están y bucean en la oscuridad de alimañas humanas a las que no les pesa la verguenza del alma.
Los recuerdos y añoranzas se escudan en que es agosto mientras la vista confirma arrastres de tierra hasta las aguas, trabajos que sobrepasan los márgenes y uso de herbicidas y productos fitosanitarios que resienten las aguas.
La circulación fluida de los ríos es ya recuerdo de niñez con libélulas que se morían a medida que las alejábamos de su entorno.
El cambio climático es referencia para justificar que estamos acabando con el planeta cuando el día a día confirma comportamientos humanos que no respetan la creación. El tiempo de veraneo es crítico y compara realidades llegando a la conclusión que hemos dejado de disfrutar algo que hubo y se ha destruido. Y no debería servirnos la resignación. Galicia, que fue bautizada por Otero Pedrayo, como la tierra de los mil ríos, precisa conciencia ambiental para erradicar el deterioro generalizado de sus ríos. La comunidad escolar, asociaciones culturales y asociaciones de vecinos deberían comprometerse y los ayuntamientos trabajar en su responsabilidad de preservar, cuidar y exigir respeto a la naturaleza dentro y fuera de las ciudades.
Juncos, cañaverales, ranas y sapos son idos en camiones cisternas, que cargan el agua como si se tratara de una piscina. El hábitat gallego es cada vez menos autóctono y ahí la regulación tiene mucho que vigilar para seguir contando con el río pero también con la riqueza que ha venido caracterizando a sus riberas, verdadero herbolario medicinal que podría ser la cura para tanta incompetencia, irresponsabilidad y barbarie.
Tu adiós Rosalía es hoy sin posibilidades de volver a ver lo que dejamos un día. Ya no resbalan los riachuelos, ya no tienen criaturas invisibles que habitan en ellos y, por tanto, se ha ido la magia. Que triste final de veraneo.
Pilar Falcón