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A mí Carlos Alcaráz me desprende buena química porque tiene aire de pueblo, ese que da el color de la buena gente, con principios que no necesitan papeles, con ganas de coger el toro por los cuernos y de decir las cosas llanamente. El Palmar de Murcia no es aldea en el sentido gallego; pero tiene la esencia. Esa pedanía con autonomía de gobierno es referencia mundial desde el pasado domingo. Uno de los suyos ha llegado al corazón de las gentes y eso hoy es tarea cerebral en vigencia. A los objetivos de los partidos políticos se ha colado un Carlos Alcaráz que raquetea palmareño en la tribuna de éxitos del planeta. Le pega el nombre de su pueblo porque acaba de hacer palmar al serbio Djokovic en la final de Wimbledon. El mismo que, desde niño, Alcaráz veía levantar copa tras copa.
La palma de la mano de Alcaráz echa el guante a una pala que impulsa aplausos, admiración, reconocimiento y complicidad; pero ante todo lo ha logrado por la confianza en sí mismo. Alguien dijo que cuando uno sabe a dónde va el mundo se abre y ahí lo tenemos sonriendo tras sus golpes asombrosos en pista. Ganar el Campeonato de Wimbledon es conquistar el corazón del tenis. El clamor popular es para un triunfador de veinte años que llega con humildad y que, además, es simpático. Cuando un rival al que acaban de vencer alaba al ganador diciendo que merece estar donde está la victoria se convierte en gloria perpetua y la Humanidad gana en prestigio.
El Alcaráz de tierra batida se ha adaptado al césped sin demasiadas dificultades y nos trae la lección de que los supervivientes son los que se adaptan más rápido. Carlos elimina dudas, pone en primer plano las certezas, antepone la solución a la mezcla y como contemplador veinteañero de la realidad sonríe sin acabar de asimilar dónde le sitúa la vida. Huelga decir que los éxitos deportivos son el mejor reflejo de unión de los españoles. Los deportes de motor, el ciclismo, el baloncesto, y hoy el tenis nos hacen olvidar las mafias del fútbol, un deporte que ha dominado el siglo XX y que necesita un buen restregado. Alcaráz nos hace sentir en grande y con el corazón.
Vibramos con su manera de dar ejemplo a tantos necesitados de referentes. Este joven lucha para ganar, lo hace con resiliencia mental y, como dijo Novak Djokovic, como toro español. El deporte, que es escuela para logros impecables y públicos, sabe que el aplauso y la histeria colectiva sientan mejor cuando los triunfos vienen del juego limpio.
Pilar Falcón