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La Historia de España está llena de comentarios desafortunados. Los más recientes tienen de protagonista al ministro Alberto Garzón convertido en activista por lanzar al viento que en las “megagranjas” españolas se “exporta carne de mala calidad” y que procede de “animales maltratados”.
En línea también animalista el Papa Francisco acaba de inaugurar año encendiendo las redes sociales con sus palabras: «muchas parejas no tienen hijos porque no quieren o tienen solamente uno porque no quieren otros; pero tienen dos perros, dos gatos…ocupan el lugar de los hijos». El Papa se apoya en el egoísmo y el ministro de consumo en el maltrato. Ambas actitudes cuentan con plena vigencia en nuestro tiempo y una y otra son palabras para usar con cuidado y requieren mimo para que fluyan con libertad y atraigan respuestas a un pensamiento de peso.
En el fragor de la batalla que a cada uno le toca se justifican los argumentos esgrimidos. Si el ministro de consumo tiene como misión hacerse eco del modelo de las macrogranjas porque está ampliamente cuestionado, no está en su sueldo, o más bien, justifica retirárselo que afirme en un periódico internacional que España exporta carne de mala calidad de animales maltratados. Cuestiones como esta llevan a que algún ganadero se manifieste contra Garzón pero, al mismo tiempo, confiese que está de acuerdo con él. Son avatares políticos que también hacen entender esta polvareda previa a las elecciones en Castilla y León el próximo mes de febrero. Twitter es el cartel de muestra de una moda que escribe sin reflexión y tal práctica ha llegado a donde se toman las grandes decisiones. La palabra exacta no debe carecer de sinceridad pero sí se agradece que aporte prestigio a quien la usa. Celia Villalobos, que fue ministra de Sanidad, se quiso meter en la cocina y salió escaldada desaconsejando el caldo de huesos de vaca en plena trifulca de las vacas locas. Las meteduras de pata con comentarios fuera de lugar han provocado ceses y dimisiones.
En muchas ocasiones los momentos surrealistas descalifican popularmente al personaje pero le aseguran la eternidad por lo dicho. El señor Garzón, formado desde el Partido Comunista y sin trayectoria profesional tiene ya aureola histórica por estar en la lista. En un momento en que son tantos miembros del Gobierno los que buscan el minuto de gloria en los medios de comunicación, estar en boca de todos es un logro propagandístico y publicitario. La sensación es agridulce porque rectificar o dimitir son las dos caras de la moneda, y estos tiempos pos navideños con subida de los carburantes, de la luz y siendo España el país con más parados de la Comunidad Europea, acarrean divisiones ideológicas ante cualquier tema. Los titulares pasan a la gloria y más si cuentan con el lamento presidencial y el perfil bajo de los que le acompañan para hacer una granja competitiva.
Pilar Falcón