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Las procesiones, el fervor religioso en las calles y el turismo internacional, éste asombrado ante nuestras manifestaciones, vienen a restituir el sello de normalidad con categoría de denominación de origen. La tradición religiosa es cosa de familia en muchas regiones españolas y participan todos los miembros en estas fiestas. La tradición es un concepto que no siempre implica comulgar con lo que supone la transmisión que se mantiene de generación en generación. Celebrar juntos la Navidad es una tradición y no todos los presentes, sienten o son partidarios del sentido profundo de lo que se conmemora. La Semana Santa mueve cofradías y hermandades penitenciales, sacramentales y de gloria en España y muchos de sus miembros son laicos de fondo; aunque no de forma.
La tradición está con las costumbres en eso que llamamos la cultura y que nos interrelaciona en una forma de ser y estar en el mundo. Esas prácticas de rituales se pasan repitiéndose todos los años para mantener vivo el sentimiento. Las tradiciones constituyen simbología de lo nacional o lo regional y las costumbres tienen un reflejo no oficial que nos toca a lo más íntimo como la celebración de un cumpleaños, por poner un ejemplo prácticamente universal, o la celebración del Año Nuevo. Si la misa dominical es costumbre cristiana por excelencia las procesiones de Semana Santa representan el cartel de la tradición, más que los carnavales, las fallas, los Sanfermines, el día de Reyes o el de Acción de Gracias. Ambas, tradición y costumbre, constituyen lo que heredamos, es decir, el ADN cultural impuesto por el país o la comunidad que nos ha tocado a cada uno y así tenemos fiestas declaradas de Interés Turístico Regional, fiestas de Excelencia Turística, fiestas de Interés Turístico Nacional y las Fiestas de Interés Turístico Internacional. Sin contar con la catalogación de la Secretaría General de Turismo es conocido que Julio y Agosto se prodiga en celebraciones.
El Domingo de Ramos ha quedado abierta la celebración de esta semana litúrgica de Semana Santa. Una procesión que impregna de jerarquía superior al animal lejos de considerarlo de carga. Ya Cristóbal Colón, y antes los romanos y griegos, se apoyaron en su expedición con 4 machos y 2 hembras. Verlos apegados a la carga minera y agrícola se olvida desde ese día para toda la semana y esa puerta de ramos da prestigio al asno por quien va sobre él. La entrada de Cristo en Jerusalén con palmas en su camino, antes de su arresto el jueves santo y su crucifixión el viernes santo, nos pone cercano al viajero y es evidente que no sería lo mismo si llegase triunfal a lomos de un caballo. Esta lección de volverse humildes se extiende toda esta semana para devolvernos a la esencia y salir triunfantes con una resurrección que salve a todos.
Pilar Falcón