Escuchar el artículo – En versión móvil hacer click sobre: Escuchar en el navegador
De una guerra de rumores salió que Nerón había quemado Roma cuando todo indica que se trató de un incendio fortuito que los cristianos aprovecharon durante dos milenios. Tampoco Claudio era tonto, aunque puede que sufriera cojera y una cierta tartamudez. Mucho de lo contado sobre las principales figuras de la antigua Roma es resultado de chismes, diretes y habladurías, inventado o sospechoso, mucho de ello.
Hoy estamos en traer y llevar chismes; mientras a fuego lento se cuece la victoria de Salvador Illa en Cataluña el 12M, que ha provocado la unión independentista. Se gradúa el hervor en esta operación culinaria con sabor, color, textura y nutrientes a buen recaudo. Hasta pasar este domingo disfrutamos del tardeo, del vermú de grifo y de la caña tirada a gusto de cada uno. No hay respuestas a las preguntas que nos hacemos y con estas elecciones europeas nos venderán lo que está por venir.
El Papa Francisco avisó en la primera sesión plenaria del Sínodo de Obispos que el chismorreo es la enfermedad más común en la Iglesia. Esa mundanidad espiritual es voluntad generalizada en las campañas que llevamos a las espaldas. La franqueza del Papa, diciendo incluso que el cotilleo es cosa de mujeres, le sube al púlpito de la sinceridad. Manifestar lo que se piensa, como si se hablase con un hermano, viene con ataques y nadie se libra, incluso quien no tiene sueldo como es el caso del sucesor de Pedro.
Los arrebatos de Francisco aportan frescura a tanto uniforme y necesario protocolo. Lejos de la promiscuidad de la cháchara contar secretos ajenos no tiene por qué ser cosa dañina sino incluye reproche o falsedad. No es considerado pecado porque la gente chismosa revela las confidencias y los chismes son deliciosos manjares que penetran hasta lo más íntimo del ser, y lo dice la Biblia. Encomendarse a San Ramón Nonato no está de más en nuestras vidas ya que es el santo de callar chismes y contra las malas lenguas; pero el periodista se nutre del río que suena porque agua lleva. Sócrates nos dejó los tres filtros para poner a prueba lo que escuchamos. El filtro de la verdad, el filtro de la bondad y el filtro de la utilidad. Con ellos si no sabemos que es cierto, que es bueno y que nos es útil ¿para qué contárnoslo? Pues porque somos las historias que nos contamos a nosotros mismos y no me desmentirán que lo que nos hace humanos es precisamente nuestra capacidad de narrar historias. Cuenta el periodista británico y fotógrafo, Will Storr en La ciencia de contar historias que, según varias investigaciones recientes, el origen del lenguaje se encuentra en la necesidad de intercambiar información sobre los otros. Ya las tribus de la Edad de Piedra recurrían a la forma más antigua e incendiaria de relatar cuentos, y se trataba de los cotilleos. Aquella era la manera que tenían las tribus de controlar al grupo y, así, asegurar su supervivencia. Y si unimos a contar historias que por naturaleza somos curiosos pues ya tenemos la partida lista para servir las cartas. Ya desde pequeños queremos saber más y por eso el ¿y por qué? está incorporado desde los 2 y los 5 años de vida. En ese ciclo un niño llega a plantearse unas 40 mil preguntas y de hecho la propensión al cotilleo emerge a edades tan tempranas como los 4 años. Y ocurre desde que empiezan a recibir información sobre la historia de sus familias en las conversaciones cotidianas de sus padres. En realidad, sonidos para ríos que suenan.
Pilar Falcón
Muy interesante,ojalá lo aplicaremos todos,el filtro día verdad,de la utilidad y de la bondad,gracias!