EE.UU. de América – 06/11/20

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Ronald Reagan era, con 69 años, el presidente de mayor edad hasta que Donald Trump llegó con 70 años a la presidencia de los Estados Unidos de América. En esa tendencia, que parece gustar al elector norteamericano, apostó ahora Joe Biden con sus 77 años en la mochila y el orgullo de haber sido prisionero de guerra. El pelo blanco de Baiden dio reputación al presidente Obama llegado a la Casa Blanca, con 48 años, como primer mandatario afroamericano. Estas elecciones unen al escaparate de la edad el paralelismo con los símbolos porque el elefante, representativo del Partido Republicano, confirma la frase «como elefante en una cacharrería», ilustración adecuada para un compacto Donald Trump, que está cerca de los dos metros de altura. El coronavirus le ha hecho perder algo de peso y también la campaña electoral; aún así el que fue animal televisivo del reality show mostró más afluencia de público en sus mítines que su contrincante demócrata. Una vez más, las puestas en escena confirman que no siempre lo que vemos marca el resultado final y que hoy día una imagen puede prestarse a confusión y no valer más que mil palabras; sobretodo si hay urnas por medio.

El tercer intento de asalto de Biden a la Casa Blanca evidencia que con la edad hay políticos que no pierden la ambición y que la acción de caminar la acompañan de confianza personal e intransferible. Donald Trump no es político dicen sus seguidores, que insisten en que siempre ha sido como es en la presidencia, y eso ha marcado en la búsqueda por los votos para repetir en el país, que es el más poderoso del planeta tierra.

La gran lección que nos llega desde la democracia presidencialista americana es el bagaje, la profesión y el oficio a las espaldas de los aspirantes antes de gobernar, eso sin olvidar que sean ricos. La otra gran lección es la polarización política, el bipartidismo frente a la escasa representación que en Estados Unidos tienen el Partido Verde, el Partido Libertario, el Partido Comunista o el Partido de la Constitución; pero si en algo es ejemplo para el mundo EE. UU. es con el juramento de lealtad a la bandera y a la república a la que representa. Un juramento que es recitado no sólo en acontecimientos importantes sino en las aulas de los colegios públicos. Un juramento que tiene mucho que ver con España porque ese rezo nació en 1892 con el propósito de conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón.

Durante años se aclamó con la mano derecha extendida hacia la bandera y hoy la mano se coloca sobre el corazón. Este juramento es tan, o más importante que el himno nacional, lo recite quien lo recite hace grande un país porque los símbolos recorren la ética y la moral y aunque al viajar descubramos que todo el mundo se equivoca, como decía el escritor Aldous Huxley, la confianza puede ser la salvación, el impulso de recuperación en estos tiempos de Covid-19. Frente a todo esto tintinea aquella frase de Ronald Reagan cuando tras tomar posesión como presidente dijo: “El gobierno no es la solución al problema, el gobierno es el problema”.

Pilar Falcón

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