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Pasado San Juan las hogueras y los rituales siguen alimentando el solsticio de verano. De las noches más cortas del año pasamos a las de estar despierto por los malos augurios. PP y PSOE; aunque más bien habría que decir Sánchez y Feijóo, parecen haber quemado lo viejo para dejar entrar un acuerdo para renovar el Consejo General del Poder Judicial, (CGPJ), ese órgano recogido en la Constitución como ejerciente de garantizar la independencia de estos profesionales. El que es presidente del Consejo General del Poder Judicial lo es además del Tribunal Supremo, órgano único en España con jurisdicción en todo el territorio nacional en lo civil, lo penal, lo contencioso-administrativo y lo social, salvo lo dispuesto en materia de garantías y derechos constitucionales, cuya competencia corresponde al Tribunal Constitucional. El TC es un órgano político y acaba de corregir al Supremo en el caso de los EREs anulando las sentencias dictadas en el asunto de corrupción más importante de la historia reciente de España y rectificar por primera vez desde que en el Tribunal Constitucional entró en funcionamiento el criterio del Tribunal Supremo. El Constitucional se prepara para rebajar y borrar el delito de malversación al ex presidente andaluz Griñán y al resto de condenados en el ‘caso ERE’.
Antonio Griñán fue investigado por el Caso ERE de Andalucía junto a Manuel Chaves, y condenado en septiembre de 2016 a 6 años y dos meses de prisión, y a 15 años de inhabilitación absoluta. El paseíllo en los juzgados siempre ayuda a mantener la imagen de que se hace justicia y asemeja que nos vamos quedando con cada vez menos garbeos por esos lares. El tejemaneje que presenciamos hace olvidar el prestigio de los que desempeñan tan necesaria función. Los jueces existen desde el Antiguo Egipto y en Roma lo era el pretor urbano que desempeñaba la administración para los ciudadanos en general y el pretor peregrino dirimía los litigios entre los considerados romanos y extranjeros. Recesvinto, el rey visigodo del siglo VII, dio nombre a todo aquel que administrase justicia. Hubo un tiempo donde los alcaldes la administraban y quedan también en la historia figuras como Averroes, filósofo y médico que ejerció en Sevilla.
Mientras escribo se habla de Pilar Teso para presidenta del Consejo General del Poder Judicial y, por tanto, del Tribunal Supremo que enjuicia a los altos órganos del Estado y declara la ilegalización de partidos políticos. Esperamos que entone el Canto de Débora, que viene a enfatizar que Dios usó a las mujeres valientes para guiar y liberar a su pueblo. En su caso hubo paz durante los cuarenta años siguientes. Cinco años de bloqueo mutuo en la negociación PSOE-PP en el Consejo General del Poder Judicial podría traernos ese mensaje del Libro de los Jueces representado en los capítulos IV y V de la Biblia, cuando el pueblo de Israel llegó a la Tierra Prometida y empezó a ser gobernado por los jueces. La mujer Débora es conocida como la madre de Israel porque ayudaba e impartía sentido entre la gente que le presentaba diferencias tribales y problemas familiares. De mujer buena a mediadora, a juez de paz de nuestro tiempo y en casos difíciles como un juez al uso. Se necesitan oidores de las partes para tomar decisiones. De este procedimiento de escuchar no es casualidad que haya nacido la definición de Audiencia que impera en las audiencias provinciales españolas y en la Audiencia Nacional.
Pilar Falcón