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La división y el conflicto están en el manual político como algo necesario porque articulan la competencia en los partidos y dan alternativas a los votantes, pero lo que presenciamos desde hace años nos aleja de discusiones serenas sobre políticas públicas, soluciones y propuestas concretas. Sánchez y Ayuso están enfrentados y enfadados. Presentan una polarización afectiva recomendada en los estudios sobre política porque tener un enemigo es algo imprescindible para el ataque. El partidismo está como motor de toda competición democrática y parece más justificable que una presidenta autonómica se queje y meta con el presidente del Gobierno que lo que ocurra sea al revés, un presidente nacional recriminando al de una Comunidad Autónoma y, por tanto, poniéndose a su altura. Isabel Ayuso ha aprendido bien el papel de cañonera mayor y enfundada en el traje de obús no pierde momento para estar en constante campaña con el inquilino de La Moncloa, de quien, además, depende el 40% de la inversión en su región. La estrategia viene de antes de que Pedro Sánchez saliese en defensa del fiscal general del Estado por, según sus propias palabras, perseguir al delincuente y combatir un bulo. Ataques en contra de la pareja de la presidenta madrileña, Alberto González Amador. Fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, que ha anunciado que continuará en su cargo tras ser imputado por el Tribunal Supremo precisamente por un delito de revelación de secretos ante la difusión de información sobre el procedimiento por presunto fraude fiscal de Alberto González Amador. Viene de lejos, pero sus parejas han puesto a ambos al filo de la controversia nacional. El rencor es persistente en este dúo de moda política, y por encima de todo hay una estrategia que une a ambos batallantes y es la necesidad de tener siempre un contrario que retroalimente el presidencialismo.
Tocar la familia es un recurso para cualquier político, lo es tanto para salir en la revista Hola, ejemplo de Adolfo Suárez o Mariano Rajoy o para elaborar un rodaje tomando el cruasán al estilo desayuno Buckingham. Y así tenemos ‘Moncloa. Cuatro estaciones’, sobre el presidente Pedro Sánchez y que ha sido objeto de falta de interés por parte de las cadenas de televisión. Propaganda que resulta fría y teatralizada y que acaba de llegarle gratuitamente al diario El País. El dúo Ayuso-Sánchez serían de mucho más impacto en un audiovisual que el ofrecido para mostrar el interior de La Moncloa, al lado de Begoña Gómez. Las distintas alturas darían juego y visión de la realidad circundante. Gustaría verlos tomando una cerveza o un vermú madrileñizando por la ciudad a golpe de tú me dijiste, me atacaste, no debiste llamarme, sabías que me molestarías. Toda una retahíla de reproches presidenciales para contribuir al teatro que se les exige. Sí, la familia da juego; pero ya no es lo que fue.
Los tribunales han venido a poner a muchos de sus miembros bajo cuarentena y hemos pasado de querer lucirla a esconderla bajo la alfombra. Confianza y sentimiento hacia los partidos nada tienen que ver con la confianza y sentimiento dedicados a los líderes de los partidos. Los líderes aglutinan la polarización afectiva entre los ciudadanos y, por tanto, ellos muestran la capacidad para inducirlos o animarlos. Ayuso da plantón a Sánchez, este disimula el boicot señalando un Feijoo que no manda; mientras éste recuerda que existe la política de Estado.
Pilar Falcón