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Al póqer de aconteceres políticos y sociales en este agosto de campañas políticas de investidura, llegan despedidas esperadas. La columna de hoy está dedicada a una de ellas porque esa mirada de adiós definitivo recoloca en su sitio el vivir cotidiano, ilumina todo de otro modo, dice de diferente manera y hace sentir profundo.
Contradiciendo al poeta y militar Jorge Manrique en este caso no vino la muerte tan callando. Han sido años de contemplar como se pasaba su vida y como se iba retirando de vivirla. Su alegría de guerrera pasó triunfante por más de una batalla y en todo momento, aguardó y luchó por el éxito de la contienda final. Marisol Vence, pontevedresa, periodista de prensa y televisión, fue mujer insaciable de vida que mantenía a soplo la respuesta «mejorando», y lo afirmaba como su más seguro propósito. Si lo vemos desde su profesión, hay que decir que no practicó la verdad porque al mal tiempo presentó buena cara y las mejores expresiones. No contaba la trastienda de la quimio, los dolores o sus pensamientos profundos porque, ante las circunstancias, practicaba la teoría de que a las personas no les perturban las cosas sino las opiniones que tienen de las cosas. La actitud, sin duda, suponía el azúcar de su vida.
Aprendió a vivir con dificultades físicas y nos dejó el protocolo de luchar y luchar porque merece la pena vivir; pero también supo hacernos llegar que lo seguro de todo, lo que hay de cierto en la tierra, bueno y malo, tanto en la bondad como en la maldad, lo cierto es el tránsito. Saber morir sin asustarse ante la muerte, viéndose mirándola fijamente solo se puede hacer si se sabe que el préstamo de la muerte ha sido la vida y el sueño el interés diario de ese préstamo. El animal conoce la muerte tan solo cuando muere, el hombre se aproxima a su muerte con plena conciencia de ella, en cada hora de su vida. Lo decía el ateo Arthur Schopenhauer, filósofo alemán y máximo representante del pesimismo filosófico. El contrapeso nacer y morir fustiga un caballo cansado o refrenda los bríos de otro fogoso que nos rodea. Temer la muerte es algo natural y lo es porque se ama la vida. Si queremos soportar la vida agarrarse a entender la muerte es un seguro, como lo es que la muerte se para en el tumulto de la vida. A la retórica consabida Marisol Vence, la guerrera, ha practicado el verano como el tiempo que es bueno para estar con uno mismo y conviene dejarla estar teniéndola en el recuerdo como ejemplo de lucha.
Pilar Falcón