Escuchar el artículo – En versión móvil hacer click sobre: Escuchar en el navegador
El agua sigue notificando la actualidad. Su furia valenciana es poesía todo el año. Sabe de andares callados por grietas y escondites que forman parte de la infraestructura hídrica de España. Es como la vida que alimenta mucho de lo que no vemos. El elemento que nos moja ha fotografiado su bilis destructiva, guardándose las habilidades de cuando desfila marcando caderas y dejando soniquete con tacones de goteo que la alejan de la imagen de cólera.
Con esa cara es capaz de ocultarse en los rincones más insospechados, creando fugas que resultan en pérdidas significativas. Galicia conoce bien el poder y la sutileza del agua. El norte puede hablar mucho, pero la fama no siempre cumple con la realidad. Entre los contrastes cuando se habla de sequía en el sur es curioso descubrir que en esta comunidad autónoma se encuentra la población donde más llueve al año en España. La Sierra de Grazalema, entre Cádiz y Málaga. Allí, según la Agencia Estatal de Meteorología, se multiplica hasta por 4 la cantidad media de agua que cae en España. En meses como octubre, noviembre o diciembre hay días donde se recojan hasta 185 litros por metro cuadrado. La media nacional suele oscilar entre los 80 y los 90. En esta Sierra de Grazalema los fuertes vientos húmedos del Atlántico son pared para las nubes.
La magia del agua conlleva dualidad. En un momento, sus gotas pueden deslizarse suavemente sobre hojas y piedras, componiendo sinfonías naturales; pero esa misma agua, con igual facilidad, puede infiltrarse por grietas invisibles, escapando del control humano y generando pérdidas que, en el contexto de un sistema hidráulico nacional, se traducen en millones de litros que se evaporan sin llegar a su destino. Como la política que tenemos hoy día en España. Caen miles de litros de agua que no se recogen ni se aprovechan. Las infraestructuras antiguas y mal mantenidas, sumadas a la falta de inversión en tecnología para su gestión, permiten que este preciado recurso se desperdicie. En una región donde el agua abunda, la ironía es palpable: la abundancia no es eficiencia. Este fenómeno no es exclusivo. En muchas partes del mundo, el agua se convierte en un recurso esquivo, especialmente en países donde la corrupción y la delincuencia se infiltran en los sistemas de gestión. Los extravíos de agua en estos países no son solo por fallos técnicos, sino también por redes clandestinas que desvían el recurso vital para usos ilícitos, dejando a comunidades enteras sin acceso al agua potable.
Las pérdidas en el circuito hidráulico son más que cifras en un informe; son historias de desvío y escasez. Cada fuga es un poema de descuido y desidia, una estrofa que canta la necesidad de vigilancia y mejora. En las líneas ocultas del subsuelo, el agua escribe su propio cuento de resistencia y supervivencia, fluyendo por donde menos se espera, dejando un rastro de esperanza para aquellos que buscan solucionar estos problemas.
Pero la esperanza persiste. Con inversiones adecuadas y una gestión transparente, se puede transformar el destino de estos sistemas. Galicia puede convertirse en un ejemplo de eficiencia hídrica, aprovechando cada gota que cae del cielo. Y en países donde la corrupción infiltra hasta el último rincón, la lucha por un manejo justo y equitativo del agua puede ser el motor de un cambio necesario. Depende de nosotros canalizar su poder y aprender de sus secretos. El goteo puede ser chorreo. Y las comparaciones tristes.
Pilar Falcón