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La afición a no hacer nada empieza para los que gustan de las vacaciones en septiembre, esos tardíos veraneantes que disfrutan con los recién llegados. Tener el ocio como deporte favorito en este mes causa pereza en muchos, quienes, cual más cual menos, piensan que agosto no es para estar fichando.
Tras la experiencia de las medidas Coronavirus hemos vuelto a escuchar «Quédate en casa». Ni peste, ni tifus o la rabia, que así fue como empezó la orden a cerrar la puerta de la calle, han sido el imperativo. A la salud se ha añadido el fenómeno meteorológico contemporáneo DANA( Depresión Aislada en Niveles Altos), término que estaba más generalizado como «gota fría», y que presentadores como Mariano Medina, José Antonio Maldonado o Minerva Piquero se encargaron de difundir como borrasca con bolsa de aire frío a cinco kilómetros de altura.
Históricamente la cuenca mediterránea y el valle del Ebro han sufrido lluvias intensas e inundaciones. Desde la Edad Media se registran casos por desbordamientos de cauces. En Japón y San Francisco los edificios se diseñan para aguantar terremotos y en España las zonas que repiten catástrofes por precipitaciones intensas vuelven a construir en el mismo lugar y con las mismas características. Una evidencia de que el ser humano y su manera de ocupar el territorio agrava los efectos climatológicos.
Las riadas de ladrillo costero son una constante desde los años sesenta. Ciudades situadas en la desembocadura de un río han crecido en población demostrando que hay que cumplir la ley y que sería conveniente la construcción de estanques de tormentas porque las proyecciones apuntan a que la lluvia torrencial será más que antes. La sequía aumenta y la lluvia no servirá para paliarla, será una lluvia devastadora. De nosotros depende la adaptación y llegar a un equilibrio entre el desarrollo de pueblos y ciudades y paliar los efectos de las lluvias. Volver la vista atrás, a los manuscritos climáticos antiguos evidencia que hubo lluvia tan rápida como la actual y que derivó en sequías, hambrunas y revoluciones en Europa.
Primero son las lluvias en el cielo luego, las aguas revueltas en la sociedad. Y mucho queda por estudiar respecto a lo que arrastran las aguas caídas, las mismas que terminan interactuando con la flora y la fauna.
La naturaleza nos ganará siempre, lo demuestra a menudo. Conviene aliarse con ella y no hacer experimentos que apuestan por cambiar, caer o desaparecer.
Pilar Falcón