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Esta Semana Santa sin pelotones callejeros y con calles vacías, incluida la Plaza de San Pedro en el Vaticano, trae reflejo de soledad y hace ver lo que miramos. Cuál no sería mi sorpresa cuando fijándome en el Papa Francisco observo su cojera, sus zapatos negros trotones y la inclinación de espalda propia del desgaste. Es el mejor embajador en la tierra de la tercera edad, esa etapa que brilla con años de pelo blanquecino y desprende virtud excelsa al reflexionar.
Yo convengo en las excelencias de la edad y, a lo sumo, me entristezco con la generación histórica que se está ausentado sin ser despedida como se merece. Los que ven a la población envejecida como una carga para la economía aportan razones que el corazón no admite. La idea del ser humano se identifica con el adulto y con sus habilidades intelectuales y capacidades físicas. A la senectud se unen la benevolencia, el afecto, la experiencia y la memoria de tradiciones y consejos. Hoy el trabajador no llega al límite de sus posibilidades sino que se le retira antes, lo que ha cambiado la vejez que existió durante muchos siglos. De hecho, las residencias de ancianos se diferencian de los clubs de jubilados.
Es etapa de guerra con las cifras de afectados por la epidemia; pero al tiempo perdemos más y más de eso llamado Libertad, se intenta despenalizar las injurias a España y al Rey y se legaliza la geolocalización de todos por medio de los móviles. El Boletín Oficial del Estado habla, Cataluña actúa y por las calles se pregunta a todo transeúnte de dónde viene y a dónde va. Cuestión existencial muy propia para momento de pasión y muerte.
Caminar avanzando es hoy imposible. Nueva Zelanda, ha dado ejemplo al relegar al ministro de Sanidad por saltarse la orden de confinamiento por COVID-19. Desde que el mundo es mundo pasear supone comodidad de pies. Pisar es marca personal e intransferible y el Papa Francisco se saltó la tradición vaticana de rojos zapatos de piel de canguro y optó por la plantilla con la que llegó al trono de San Pedro. Sin duda, la posteridad es gran cosa y consiste en un largo camino. Las saetas suenen esta Semana Santa desde ventanales que hacen comunidad y ayudan a pasar página a entierros sin culto, sin fieles, con viacrucis y pasos virtuales; pero una cosa es el estilo y otra la mirada. El certificado de inmunidad pone a la tercera edad en la categoría de privados de patria y nacionalidad a pesar de estar bragada en gestos de estoicismo y en siegas en las que tomaban parte toda la familia. Estas generaciones que se van dejan curas sin potingues y esfuerzo de sangre para el cuerpo. Aportan al vademécum español letras de coplas que suenan como afluentes de río importante. No zumban trompetas que hagan abrir las puertas a su paso reposado y tocado por blancos cabellos. Nadie rinde honores a tanto servicio prestado.
Una buena pisada marca camino pero, sobre todo, fortifica el latir del corazón hacia los progenitores idos. La huella no sólo es profunda en la luna.
Pilar Falcón