Escuchar el artículo – En versión móvil hacer click sobre: Escuchar en el navegador
La ansiedad y la desilusión están en el aire en la misma medida que la felicidad y el entusiasmo; pero no siempre al mismo alcance. La pandemia del Covid-19 ha puesto de manifiesto lo frágiles que somos en afectividad y cordura. Más de una persona ha paseado desnuda por la calle y ello nos ha hecho ver una realidad que, desde hace años, ha pasado de llamarse psiquiátrico a unidades de salud mental.
Dentro del quehacer periodístico hay más de un tabú adquirido e informar del suicidio lo es por el consejo de especialistas y autoridades policiales respecto al mito de que contribuye a conductas de imitación. No hacer saber de este tema oculta algo que requeriría más atención que el calentamiento global, el volcán de La Palma, el feminismo, la crisis de natalidad y un largo etcétera porque diez personas se suicidan a diario en España, una cada 2 horas y media y el silencio periodístico generalizado impide ilustrarlo diciendo que esta causa es culpable de un millón anual de fallecimientos en el mundo, lo que supone una muerte cada cuarenta segundos. Y si piensa que todas las personas que se suicidan tienen un trastorno mental, está fuera de la realidad.
En 2020 las tentativas de suicidio aumentaron en un 250% en la población infanto-juvenil. En el 2019 el número de suicidios reales fue mayor al aportado por el Instituto Nacional de Estadística porque se registran fallecimientos como accidentales en vez de definirlos como suicidas; con lo que las cifras podrían multiplicarse por dos o por tres. Con esta realidad convivimos y es motivo para que se pongan a trabajar en un Plan Nacional de Prevención del Suicidio y más cuando se ha demostrado que los planes de prevención aplicados en comunidades han contribuido a reducir los casos.
La pandemia silenciosa del suicidio debe dejar de serlo y pasar a ser información, como se hizo con otros temas, y poner en marcha campañas informativas que, lejos de hablar de los suicidas lo hagan del fenómeno y de las causas a prevenir. Cuando las cifras hablan los pareceres quedan relegados, y los argumentos toman fuerza. La pandemia Covid-19 ha puesto en evidencia la falta de psicólogos en el Sistema Nacional de Salud; pero ella ha sido un factor esencial en el aumento de suicidios entre los jóvenes. En atención primaria la ratio de psicólogos no está a la altura europea, y hoy como fondo de armario es tan necesario un psicólogo como una chaqueta oscura.
El agravante Covid-19 ha sido el volcán que vino a centrar las miradas en la salud mental: fallecidos sin despedida, problemas económicos, trabajos perdidos, negocios arruinados, encerramiento, convivencias obligadas, futuro de los hijos…La acción suicida ha sido más grave e intensa en los dos últimos años. Hubo que activar 33 planes antisuicidio en 2020 y 44 en 2021. Ninguno en 2019. Los expertos pronostican que en los próximos años se incrementarán.
Pilar Falcón