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El título de este artículo tiene su autor y es el padre Paco, prior franciscano en el monasterio Santa María la Real O Cebreiro. Escribe poesía y le tomo prestada la frase para sellar este tiempo en que muchos empiezan su peregrinaje hacia Compostela.
Vivir a mil trescientos metros de altura da mucha satisfacción en verano. El cordón de Francisco de Asís, que ciñe la indumentaria, es marca de pobreza y es hábito en O Cebreiro. En este fin de camino de Castilla y principio de Galicia la altura desdibuja lo visible, materializa lo impalpable y marca rumbo sin brújula. Teja y pizarra ponen cielo a las casas de esta aldea que conserva pisadas de peregrino y visitantes religiosos. No hay taller, no hay cajero automático, ni asistencia médica, ni carnicería, ni panadería… Pero sí cabina de teléfono, servicio de información al peregrino, seis bares y pallozas cubiertas de paja con forma de parabólica como gritando al mundo que personas y animales compartieron vivienda.
Se generaliza el calor y Galicia, como norte que es, marca diferencias. España sigue con la maquinaria desengrasada y la política se ha reducido al ataque entre partidos y personas de esos partidos. Ningún interés para el ciudadano. La selección de fútbol mueve España a ritmo de la bandera nacional mientras queda resaca en la hostelería frente al botellón LGBTIQ+.
El periodismo de sucesos está todo el año en primera línea pero resuena en este tiempo de ocio. Es el más antiguo, y ha quedado marcado en el Génesis con la narración del asesinato de Caín a Abel. Hoy las redacciones se agarran al suceso para abrir el informativo igual que un niño al flotador o el adicto a las redes sociales al móvil.
Hablar de la vida y de la muerte nos une a todos. Esos dos elementos incluyen sentimientos de locura, amor, envidia, dolor, miedo, inseguridad y desequilibrio. La empatía surge rápidamente en las informaciones de sucesos porque ponerse en la piel de los familiares de Samuel Luiz es directamente proporcional al hecho de que ha perdido la vida a manos de varios. La vulnerabilidad de lo que somos y la fragilidad de la existencia empatiza rápidamente.
Durante la dictadura franquista no se podía hablar de política y los diarios reproducían con gran despliegue las crónicas de crímenes. La libertad de prensa supuso más información política en los periódicos, radios y televisión pero la crónica negra siguió ocupando espacio con interés para el público. Hoy este género está con nosotros en los primeros lugares de las escaletas de los informativos y algo querrá decir. La materia prima de esta información conlleva mucha curiosidad. Lo confirma el seguimiento e interacción que las redes sociales vierten con todo tipo de sentimientos y posturas. En estos tiempos que el fútbol hace nación saber lo que se juega implica criterio profesional. La información de sucesos es de las pocas que hoy exige contrastar la información más de dos veces.
Pilar Falcón