Tiempo muerto – 17/04/20

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En pleno siglo XXI una pandemia global nos ha situado en el pódium que reconoce lo frágiles que somos. Acostumbrados al golpeteo marcial, a las palabras de salutación y a confrontar el pasado con el presente hemos tenido que agarrarnos al código de la supervivencia. En estos momentos son dos las categorías reinantes: vivos y muertos. Estar en un lado o en otro marca la diferencia; aunque los políticos no acaben de darse cuenta y sigan  en el empoderamiento, el endiosamiento y la borrachera por mantenerse.

Las dimensiones del reclutamiento del coronavirus ponen el miedo en el cuerpo, al son del adiós a la vida, y relativizan los horarios. El científico alemán Albert Einstein creó el concepto moderno del  tiempo al hacernos ver que la humanidad vivía equivocada pensando en él como una constante universal. El genio del siglo diecinueve y veinte, como se le conoce, nos puso el ojo en el centro de este entendimiento demostrando que el tiempo es relativo a la posición del espectador. Tal es así que nuestro ahora es el futuro de otro que viaja a distinta velocidad. Dedicó quince años de estudio a la Teoría de la Relatividad para terminar concluyendo que el tiempo podría ser sólo una ilusión.

En la adversidad no hay que recordar las temporadas difíciles y se recomienda vivir al margen del instante, se llame éste reclutamiento, cuarentena o aislamiento. En estos momentos los españoles estamos unidos para matar las horas y no confrontar el pasado con el presente. Lo ido y lo que viene  están ahí; pero son perseguidos de manera diferente según el movimiento y la aceleración. No tenemos más que pensar lo que ha cambiado el trascurrir del tiempo desde el primer día de confinamiento a cómo lo hace pasado un mes. Hemos caminado de lento a más rápido, aún con el mismo concepto de minutos y horas que marcan las agujas del reloj. Una vez hemos asumido la realidad y llenado el día la aceptación del espacio-tiempo nos ha avivado los instantes.

En la otra posición del tablero los días tienen otro ritmo. Al que transita la noche con fiebre y respirador en la UCI no le podemos contar que desde el ¨hogar dulce hogar¨ nos falta ocasión de holgazaneo. Llegados aquí podemos confirmar que hay conciencia personal para percibir el tiempo frente al saber general de que un minuto son sesenta segundos y que todos los ahora existen siempre, lo mismo que el ayer, el hoy y el mañana. Si concretamos más llegamos a la conclusión que las ocho en punto no están al punto para todos. Salir a aplaudir cada día lo pone a prueba. Nuestro reloj no tiene por qué coincidir con la primera palmada que oímos y la del cierre  puede encajar con el inicio de las sirenas policiales que callejean su ovación como sabiendo que el tiempo incluye esperanza. El dicho popular, como siempre, marca la diferencia:

           ¨Yo le pedí tiempo al tiempo y el tiempo me contestó que con el tiempo y más tiempo tendría tiempo, lugar y ocasión¨.  

Pilar Falcón

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