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El impacto de altas temperaturas está en camino. El verano llega y supone precauciones adecuadas para evitar golpes de calor y enfermedades. En la política han venido sometiéndonos a altos grados y las alteraciones en la sudoración, náuseas y vómitos son inevitables, dañinas y peligrosas en la ciudadanía y las apariencias vienen a convertirse en esencias. No engaña lo que se intuía y las negociaciones catalanas ya tienen nombre. Nicolás Maquiavelo, el italiano padre de la ciencia política moderna, dijo que pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos. En Cataluña las negociaciones son financieras para que la malversación sea amnistiable en el Gobierno de España. Exigencias financieras que paralelamente a la investigación judicial de la mujer de Pedro Sánchez, Esquerra Republicana de Cataluña, (ERC), aprovecha para subir el precio de su apoyo en el gobierno central. Financiación singular tomando la referencia del modelo vasco y Navarra alejándose del utilizado mensaje de que las rentas altas deben aportar más, lejos de privilegios.
Se busca el equilibrio con los sudores de unos más que otros mientras se siguen negociando quién se pone a gobernar Cataluña. En esta ocasión el esfuerzo de pactar y convenir no es imitable a la manera que tienen de dedicarse a gobernar el país los 22 ministros del Palacio de la Moncloa. La imagen caricaturizada de Pedro Sánchez dando todo lo que le piden los independentistas se presenta apostando por la concesión, por parte del presidente del Banco de España, de la ficha bancaria al Instituto Catalán de Finanzas con el fin que este pueda operar en Cataluña como banco público. Solicitud que ya existió en el golpe separatista del 1-0. Un banco que se entiende como crédito para regar el gusto separatista. Como estamos viendo la pela es la pela y mucho más para los republicanos catalanes que muestran que en la cruz de la apariencia no tienen el concepto de equidad alejado del de privilegios y sí enarbolando la bandera de la financiación singular.
Sí, los calores traen sudores. El rey Felipe VI celebra sus diez años de reinado y se refuerza con el 47 aniversario de las primeras elecciones en España. El cordón sanitario del Gobierno ha cambiado el protagonismo de nuestro Rey sobre todo en el exterior. Lo habitual de cerrar la agenda conjuntamente Casa Real y Presidencia ya no es asiduidad, pero sí extrañeza al ver al monarca sin ministros e incluso su ausencia en escenarios que han venido siendo tradicionales para la Corona. Las buenas costumbres de agendas compartidas no lo son ya coincidiendo con los gobiernos de coalición, Podemos primero y hoy Sumar, defensores de un referéndum sobre la monarquía e incitadores de proclamas callejeras pidiendo su desaparición. En diez años de reinado de Felipe VI España se ha perdido, navega sin rumbo, sin gestión política y parlamentaria, con mucho presidencialismo y con obsesión de la izquierda a la izquierda del PSOE. El sentir monárquico ha tenido sus cuestiones programáticas en el gobierno y hasta sus obstáculos para con el rey y jefe del Estado. El proyecto Felipe VI ha sido movimiento de centralizar el país y de construir una fuerza felipista para apagar lo malo del legado Juancarlista. A don Felipe le han salido enemistades dentro de la familia y en el propio gobierno la presión republicana de los socios ha terminado gustando al señor Sánchez que se ha caracterizado por su falta de tacto con el protocolo Real. El verano viene de mucho cuidado.
Pilar Falcón