El verano pone a los estudiantes en casa y a pie de guerra con las familias. La convivencia hace mella y el roce no siempre produce cariño contradiciendo al dicho que lo afirma. Es momento de experimentar qué han aprendido en las aulas los que se dedican a estudiar todo el año. Para ello no podemos dejar de lado que el proceso de facilitar el aprendizaje en los centros ha cambiado y hoy día pasa de todo en ellos porque las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenecen los estudiantes están en desprestigio. El desarrollo de la personalidad y de los conocimientos de los españoles profesionales del futuro están en manos de unos transmisores afectados por decisiones políticas que invaden este mundo de la formación.
Las exigencias para impartir Educación de Calidad están supeditadas a cambios de leyes y sistemas educativos. Por poner algún ejemplo: la formación de los directores de escuela es nula, los formadores de institutos atienden cuatro veces más alumnos de los recomendados por la Unesco y las materias más humanísticas como música, plástica o deporte siguen pidiendo que les den importancia. Es cierto, y las consecuencias lo demuestran, que durante demasiados años los contenidos han centrado la Educación. Durante la Democracia se han sucedido seis leyes educativas, sin embargo muchas de ellas no llegaron a entrar en vigor por los cambios constantes de gobierno. La ley educativa LOGSE estuvo en funcionamiento desde el año 1900 hasta el año 2006, siendo reemplazada por la nueva ley LOE. Es la LOGSE la que trajo consigo la desaparición de las oposiciones a cátedra. Los socialistas pensaban que los catedráticos eran una clase elitista dentro de los institutos y acabaron con ellos. Las plazas volvieron a convocarse en el año 2002 exigiendo presentar un tema ante el tribunal, no cualquier tema, tenía que haber sido elegido previamente por el aspirante. Como la Educación no se caracteriza precisamente por ir a mejor, pues resulta que este año ni se presenta tema ni hay examen. Es decir, el catedrático puede no ser profesor pero la antigüedad y haber tenido cargos directivos le conduce al púlpito del magisterio. Se trabaja en metodologías de innovación pero difícil es entender que no haya examen para ser catedrático y además que sumen puntos por dedicaciones que nada tienen que ver con conocimientos en la materia o con la experiencia laboral. Para ilustrarlo señalar que es un plus haber estado trabajando de asesor en la Consejería o haber sido director o jefe de estudios de un instituto. Aparte están aquellos trabajos-memorias de unas treinta páginas donde uno mismo evalúa su labor docente. Y así estamos con los aprendices en casa quejándose de que no saben de esto o de lo otro, con meses de vacaciones por delante, pocas o ninguna lectura constructiva de verano y mensajes sobre un futuro con licenciaturas hoy desconocidas. Con este enigma sobre las cabezas no nos debe extrañar que los pedagogos puedan ser sustituidos por robots modelados en horas y horas de Enseñanza de Calidad.
Pilar Falcón