Alonso, otro James Bond – 10/03/23

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El test de velocidad para medir la calidad de acceso a Internet está en entredicho. La rapidez de conexión nos ha llegado de manos de Fernando Alonso, sufridor de lo que es suministrar al router; pero con fallo en el cableado. El Gran Premio de Bahrein reproduce la foto del asturiano como tercer clasificado, un éxito que endulza la vida de esta España que viene luchando con experiencia y entusiasmo; pero con el percance constante de los últimos años y sus  adversidades. El dicho «no es la flecha, es el indio» se pone en duda y resuena «no es el indio sino la flecha».

Las tertulias están servidas y no falta quien diga que los coches dan brillo personal recordando que James Bond no sería el mismo sin el Aston Martin, ese coupé histórico que cuando aparece tiene vida propia, con ametralladoras, asiento eyectable, pantalla de humo o rociador de aceite. Fernando Alonso llega con el lustre Bond, James Bond, a la temporada 21 en Fórmula 1. El nombre de automóviles de lujo pone chasis cinematográfico al asturiano y la sidra es smoking. No hace falta entender de competición de autos de carreras para sentir la velocidad. El Correcaminos Bip Bip de los dibujos animados nos lo explicó sin vuelos. Él que es ave, corre en el suelo y el Coyote no le atrapa. Se trata de eso.

Alonso es asturiano, modelo estándar español, 1,71 de estatura y el peso unos 68 kilos. Eso dicen las fichas que se hacen públicas y no pensemos que puede haber photoshop. Cada gramo y milímetro cuenta en el rendimiento en la Fórmula 1, por lo tanto habría que agradecer que la naturaleza se haya unido para llevarle a estar entre los más menudos. La suya es profesión que hace grande a los bajitos.

Hay fans de Alonso, tanto o más que de Rafa Nadal, que ese sí gana, casi siempre. Alonso es un piloto mítico porque sus seguidores no le exigen victorias. Ha pasado tiempo sin podium; pero ello no ha restado ilusión y apoyo de sus simpatizantes. La esperanza anunciaba «el día que tenga un buen coche se sale».  Y lo mismo se oía en A Pastoriza cuando Fernando Alonso, niño adolescente manejaba un kart. Los entendidos del pueblo lucense auguraban el futuro que le esperaba en la velocidad. Los trompos, semitrompos y demás filigranas automovilísticas a 300 kilómetros por hora despeinan hoy al mismo espía británico. El nuevo juguete de Alonso da a la afición el acelerón glorioso al que venía aspirando. Hombre y máquina van de la mano y el furor se expande. Se llama esperanza y sobrepasa cualquier videojuego. 

Pilar Falcón

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