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España se desahoga del Covid-19 al tiempo que nos llega el alivio y el desembarazo del volcán de La Palma buscando el origen de la propia isla. Se dirige al mar sin prisas, con muchos días por delante para ser principal protagonista informativo. Paralelo a la tragedia devastadora todos los volcanes acarrean normalidad. Son el latido necesario para habitar aquí. Se habla de cerca de dos mil en todo el mundo y en esta ocasión del Cumbre Vieja de La Palma, la tierra y los habitantes se encuentran y ambos usan sus técnicas de persuasión en una pugna que les lleva a él al mar y a los habitantes a perderlo todo.
Aunque sólo sentimos algunos terremotos muchos son los que se registran continuamente sin enterarnos. Nuestro planeta se comporta como lo que es y lo solemos observar y sentir sin poner el ojo en interioridades. Mirar la superficie es fácil; pero la introspección plantea muchos interrogantes. Habitamos encima de llamas y esas propiedades físicas son las que lo permiten. Según las previsiones actuales el planeta que habitamos sustentará vida durante cinco mil millones de años. Pasado ese tiempo la extinción llegará desde la creciente luminosidad del sol.
La tierra expulsa fuego para reciclarse y ya en el exterior las precipitaciones, los ciclos térmicos, los efectos químicos y los meteoritos se encargan de dar forma utilizando la erosión. Los volcanes hablan y cuando eso ocurre asombrarse es parte de la manifestación de respeto al único astro que permite residir sobre placas tectónicas activas. La tierra se desahoga, se regenera y nos permite seguir. Es inevitable que a los desastres naturales siempre se unan declaraciones inapropiadas. No estoy pensando en la de la ministra Reyes Maroto cuando dijo que será tirón para el turismo, porque seguro que lo va a ser como demuestran las erupciones en otros islas, de hecho Islandia vive de esa realidad y hasta el Camino de Santiago es también un camino entre volcanes.
No se necesitan advenedizos que asocien los hechos al cambio climático o den explicaciones esotéricas. Sería más útil y de agradecer las valoraciones y medidas prohibitivas para evitar edificaciones en lugares estratégicamente destinados a una catástrofe natural.
Se ha echado de menos el político asegurando que todo estaba bajo control para hacer desaparecer la calentura, fiebre o destemplanza del interior del planeta. Hubiese dado juego. El infierno en la tierra es tan natural como que los volcanes existen. Los políticos encuentran en ellos la barrera que les limita en sus manifestaciones de total solución al desastre. Es el momento de los expertos de verdad. Ellos son los que recuerdan que tras una semana con miles de seísmos explotó el Cumbre Vieja y con él volvemos a las erupciones de hace 50 años en España.
Los afectados por otros volcanes consuelan a los que lo experimentan por primera vez: » Esto es normal y seguimos vivos».
Pilar Falcón