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La reforma de las pensiones ponen el termómetro en lo que es cumplir años. Lo cierto es que nos preparan en la vida para triunfar, construir carreras, ser independientes, competir, en definitiva buscarnos la vida; pero hay olvido de la escuela para hacernos conscientes de que, en el mejor de los casos, terminamos siendo mayores. Esta transición, además de tiempo, precisa reflexión, ajuste de vida, asumir retos como el dolor y, sobretodo, la aparición de la soledad. El alma empieza a doler con los años por la pérdida de personas y por retos no alcanzados. Enseñar a hacerse mayor no es guía de uso fácil y los que imparten la lección no cuentan con la suficiente escucha a los mayores.
La pandemia de la Covid 19 ha dejado malos ejemplos de lo que es hacerse mayor en residencias y no tanto por lo allí recibido y explotado en los medios de comunicación, sino sobre las causas del abandono y la vida sin compañía. En este sentido cabe hablar de hacer barrio, ese comportamiento del pasado y del pueblo, que hoy no se hace y, por tanto, hablar de vecindad es saludar en el garaje al vecino que no sabes su nombre. Hay iniciativas que logran unir distintas generaciones y el fluir de vivencias dejan práctica para transcurrir en el círculo natural.
Hay que recuperar el nombre de las personas que nos acompañan en este paseo vital. En la frutería, en el zapatero, en la cajera del súper, en el portero, el vecino de arriba, el de abajo o el desagradable de enfrente. Confraternizar supone llamar por el nombre al otro y preguntarle por la familia.
La tercera edad tiene distintas etapas y ellas diferencian el período que a uno le toca vivir. La senectud es de los 60 a los 70 años, luego viene la vejez hasta los 90 y más de 90 es lo que conocemos como la ancianidad.
Comprender el envejecimiento es más fácil en sociedades humanizadas, pero éstas se alejan con la misma distancia que vivimos en un planeta nutrido de mayores y con proliferación de máquinas que nos dan antes de que deseemos. La etapa de la pensión es la que más lucha incluye para ser evitada. Las soluciones médicas y cosméticas para los efectos naturales de la edad se suman a la percepción negativa del envejecimiento; pero el predicamento más insalvable habla de ese gran descubrimiento que nos pone en evidencia el hecho de tener menos tiempo para vivir de aquí en adelante que el que vivimos hasta ahora. Y las pensiones están en ese arco que se nos va acortando. Por más vueltas que les den.
Pilar Falcón